El Presidente electo Donald Trump ha nombrado en las últimas semanas a los responsables de las carteras más importantes de su gobierno. Este equipo formará, según muchos expertos, el gabinete más conservador de la historia americana moderna. De lo que no cabe duda es que su perfil es heterodoxo e inusual, con varios miembros sin experiencia política y a los que hubiera costado imaginar en esos puestos si hubiera ganado las elecciones un candidato al uso.
Por un lado, Trump ha optado por algunos perfiles políticos como el Senador por Alabama, Jeff Sessions, y el Fiscal General de Oklahoma, Scott Pruitt, como cabezas del Departamento de Justicia y de la Agencia de Protección Ambiental respectivamente. Asimismo, también ha nombrado a Rick Perry, ex-gobernador de Texas y candidato en 2012 a la nominación republicana para las presidenciales, como jefe del Departamento de Energía, una agencia que el mismo Perry abogaba por eliminar en su programa electoral.
Por otra parte, Trump ha apostado por personas con escasa o nula trayectoria política, pero con un currículum exitoso en el ámbito empresarial o militar. El más importante de ellos es Rex Tillerson, presidente de la petrolera Exxon Mobil, que será el encargado de la Secretaría de Estado. Su nombre se ha impuesto al de otros como Mitt Romney, Rudy Giuliani o David Petraeus, perfiles más ligados al establishment republicano tradicional.
Steven Mnuchin, director financiero de la campaña de Trump y ex-socio de Goldman Sachs, será el nuevo Secretario del Tesoro y Betsy DeVos, una activista adinerada del Partido Republicano de Michigan, tomará las riendas del área de educación. Ben Carson, neurocirujano que se dio a conocer públicamente al concurrir a las primarias republicanas, estará al frente del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano.
Trump ha nombrado también a dos generales retirados, James Mattis (conocido como “Perro Loco”) y John Kelly, para encabezar los departamentos de Defensa y de Seguridad Nacional, lo que, para algunos, pone en juego la separación entre el poder político y el mando militar.
En relación con el futuro equipo que escoltará a Trump durante su mandato resulta preciso mencionar que seis de sus nominados (o sus familiares) donaron casi 12 millones de dólares a la campaña de Trump o al partido republicano, según un análisis del Washington Post. Entre ellos destaca Linda McMahon, cofundadora de la franquicia de lucha libre WWE, que aportó 7,5 millones y ahora será la responsable de la agencia encargada del apoyo y financiación a las pequeñas empresas.
Hasta el momento Trump ha anunciado 22 nombramientos y quedan otros 667 cargos del Ejecutivo y de agencias gubernamentales por completar. Todos ellos requieren confirmación por parte del Senado, que sigue dominado por los republicanos con un estrecho margen. Es posible que Trump encuentre algunos problemas entre los republicanos más centristas para sacar adelante algunas de sus opciones, pero el magnate cuenta sin duda con el apoyo de la vertiente más conservadora del partido y, lo que es más importante, con la inercia y la fuerza política necesarias tras su sorprendente triunfo en noviembre, algo que ayudará a doblegar la opinión de aquellos compañeros de partido más reacios.
La forma en la que los nombramientos de Trump pasen por el Senado contribuirá a resolver una de las principales dudas que todavía existen sobre su presidencia: cómo será su relación con el Congreso. Trump tuvo en el pasado encontronazos con algunos representantes republicanos, y pese a que ahora todos los líderes se están esforzando por crear un frente común, está por ver cómo resolverán sus diferencias el presidente y los congresistas en los próximos años de legislatura.
Esta incertidumbre se suma a otras incógnitas relevantes que van a marcar el devenir de la presidencia de Trump. En primer lugar, ¿cómo reaccionará ante una crisis? La campaña electoral ha demostrado que el carácter de Trump es impredecible y se le ha acusado de no estar capacitado para ser presidente. Estas palabras se pondrán a prueba cuando Trump tenga que enfrentarse a las crisis que surjan una vez esté al mando del país.
En segundo lugar, y después de más de un mes de las elecciones, todavía no está claro su orden de prioridades para la agenda política de gobierno. Ha llegado el momento de poner negro sobre blanco la forma en la que Trump piensa hacer realidad su lema de campaña y volver a hacer grande a América (“Make American Great Again”). Sin embargo, no hay muchas pistas sobre por dónde pretende empezar ni si sus primeras medidas estarán referidas a Obamacare, inmigración, reforma fiscal, libre comercio, o a otro tema distinto.
Por último, resulta preciso saber cuánto le durará a Trump el capital político acumulado con su victoria electoral. Su éxito contra pronóstico le otorga un empuje y autoridad significativos, pero hay que tener en cuenta que Trump perdió el voto popular por un margen sustancial (casi tres millones de votos) y que empieza su mandato con un índice de aprobación del 41%, una cifra muy baja para un presidente entrante y que está muy lejos por ejemplo del 72% que tenía Obama en 2008.
En definitiva, Trump ya está conformando su equipo de colaboradores más cercanos, pero sigue habiendo incógnitas importantes, sobre todo relacionadas con la forma que él tendrá de desenvolverse como presidente. A partir del 20 de enero iremos obteniendo más respuestas.