“We stand for liberalism, classical English liberalism,” afirmaba la nueva editora del Economist, Zanny Minton Beddoes, en una reciente entrevista de Charlie Rose. Al preguntar éste qué entendía por liberalismo, ella contestó, “El liberalismo clásico del siglo XIX, que defendía por encima de todo la libertad del individuo y de los mercados.”
El periódico semanal que esta mujer de más de 50 años edita y dirige desde hace unos meses tiene como objetivo último seguir defendiendo estos valores en el siglo XXI. Unos valores que viven bajo la sombra de la amenaza continua, amenaza inminente desde que estalló la crisis financiera de 2008. El auge de posturas comunistas y de extrema izquierda en países como España o Grecia así lo demuestra. Estas posturas están haciendo mucho más ruido que las posturas de miles y millones de ciudadanos del mundo entero que siguen creyendo (en silencio o quizás en alguna sobremesa de familia) que la libertad individual y de empresa son la solución a muchos de los problemas derivados de la globalización económica, la revolución tecnológica y la crisis. Es a éstos a quienes Ms. Minton Beddoes dirige sus numerosos artículos semanales sin firma. A estos lectores los bautizó con la expresión “globally curious.”
Probablemente Angel Gurría, el Secretario General de la OCDE, sea uno de esos lectores. Hoy pudimos escucharle en un desayuno organizado por Casa América, en el que también participó el Ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. Después de resumir el diagnóstico de la situación actual para los países de la Organización (bajo crecimiento, paro, desigualdades crecientes, ausencia o debilidad de las locomotoras tradicionales de crecimiento) terminó hablando de liberalismo. Lo hizo en varios momentos: la necesidad de encontrar un lenguaje común con los griegos para luchar contra las oligarquías y promover la competencia, contra la corrupción y acometer la reforma de las administraciones públicas. Lo hizo cuando dijo tres veces seguidas la necesidad de centrarse en productividad. Lo hizo cuando concluyó, “lo único que nos queda es el largo plazo, los cambios estructurales en educación, inversión y buena regulación.”
“La sociedad ha perdido la confianza en todo,” diagnosticaba Gurría de manera sucinta y articulada. Ya no sólo en los bancos y en los políticos, sino en todas las instituciones públicas y privadas. Pero creo que no podemos dejar que el nihilismo o el hartazgo nos condicionen en este año electoral.