«Los purines pueden constituir una solución a importantes problemas estratégicos para nuestro bienestar, como el abastecimiento de fertilizantes y el energético. Unas alternativas que contribuirían a la reducción del impacto ambiental del sistema agroalimentario»
Ana Goizueta Zubimendi Consultant en VINCES
La regulación aplicable al sector agroalimentario que se ha impulsado en los últimos años se centra en la disminución del impacto sobre el medio ambiente del sistema agroalimentario. Un claro ejemplo de ello son las iniciativas que se derivan de la Estrategia de la Granja a la Mesa de la Unión Europea, cuya finalidad es lograr un sector agroalimentario sostenible, o la nueva Política Agrícola Común, que prioriza la sostenibilidad a la productividad que se había venido impulsando hasta ahora.
Ante este nuevo marco regulatorio, junto con el aumento de costes de la energía y de las materias primas, el sector ha puesto de manifiesto la presión a la que debe hacer frente, llegando en ocasiones a dejar de tener su viabilidad económica asegurada. El poco margen temporal que tienen los operadores para adaptarse a las nuevas exigencias medioambientales y a los escenarios coyunturales juega en su contra.
Un caso muy ilustrativo de la situación mencionada es el sector ganadero. Uno de los principales retos medio ambientales a los que se enfrenta este sector, y que la regulación no ha logrado atajar, es la gestión del exceso de purines en determinadas zonas. Los purines son la mezcla resultante del estiércol, el agua que se emplea para su limpieza y los restos de pienso. Este residuo se concentra en zonas que cuentan con una alta densidad de cabaña ganadera y, pese a su valor nutritivo para los suelos en cantidades limitadas, puede terminar por contaminar por nitratos el suelo y las aguas.
Ofrecer una salida viable a los purines: una asignatura pendiente
Para evitar esta contaminación, las soluciones que se han tratado de impulsar hasta el momento han constituido una solución parcial o temporal. La aplicación en suelos agrícolas del residuo no es viable por la falta de suelo agrícola suficiente en comparación a los purines en determinadas zonas, o por los altos costes que supone su transporte a determinadas zonas para los ganaderos. Otra solución que trató de implementarse fueron las plantas de tratamiento de purines, que consistían principalmente en la cogeneración[1]. Sin embargo, con la reforma del sector eléctrico acometida en 2013, dejaron de ser económicamente viables, debido a la reducción de la retribución percibida por la venta de electricidad al equipararla a la cogeneración convencional.
Actualmente, la regulación introduce un nivel máximo de concentración de nitratos. Asimismo, el Proyecto de Real Decreto sobre normas para la nutrición sostenible de suelos agrarios impondría un nuevo sistema de gestión de estiércoles, tales como periodos mínimos de uso como abono o exigencias relativas a su modo de aplicación en los suelos. Pese a que la finalidad de ambas sea reducir la contaminación, la realidad es que no se está ofreciendo una solución para dar una salida a este residuo, en aquellas zonas donde su concentración supone un problema, que sea viable tanto económicamente como para el medio ambiente.
Materia prima estratégica para producir fertilizantes orgánicos y biogás
Siendo esto cierto, cabe recordar que el difícil contexto en el que nos encontramos tras la invasión de Ucrania por Rusia ha puesto sobre la mesa alternativas que pueden suponer una salida viable – económicamente y medioambientalmente – para los purines.
En primer lugar, el alto precio de los fertilizantes y su disponibilidad ha puesto en jaque al mercado europeo de los fertilizantes, especialmente los nitrogenados[2]. Este último se encuentra en una situación crítica debido a su alta dependencia del gas para su fabricación, cuyos costes se han disparado, así como a su dependencia del exterior para contar con determinados elementos clave[3]. Cabe destacar que la industria de los fertilizantes minerales – es decir, no orgánicos[4] – aporta los nutrientes necesarios a los cultivos que permiten alimentar hoy en día a la mitad de la población mundial, y su precio ha aumentado en un 149% en un año.
Así, la necesidad de contar con mayor capacidad para producir fertilizantes que, en línea con la Estrategia de la Granja a la Mesa, sean orgánicos, es cada vez más apremiante. En este sentido, los purines tienen un valor estratégico, pues pueden utilizarse para producir fertilizantes orgánicos.
En esta línea se ha pronunciado la Unión Europea en su comunicación para garantizar la disponibilidad y asequibilidad de los fertilizantes, publicada el pasado 9 de noviembre. En la misma, entre numerosas medidas de ámbito nacional e internacional, pone sobre la mesa la posibilidad de impulsar los fertilizantes orgánicos a partir de estiércol, si bien es cierto que no se propone una medida concreta al respecto.
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, se pronunciaba en la misma línea hace apenas tres semanas[5], cuando manifestaba la necesidad de convertir los purines en una oportunidad, y anunciaba que su ministerio presentará a finales de 2022 una hoja de ruta de los fertilizantes en la que se apostará por los fertilizantes orgánicos.
En segundo lugar, los purines, junto con otros residuos ganaderos, son una materia prima clave para la producción de biogás. No hace falta recordar la inseguridad energética a la que se enfrenta Europa desde la invasión de Ucrania, así como el camino emprendido hacia la transición energética desde el principio de la presente legislatura, tanto en la Unión Europea como en España.
En relación con esto último, se ha puesto de manifiesto que la regulación no avanza al ritmo de la capacidad para producir biogás a partir de purines y otros residuos ganaderos. Es cierto que se ha adoptado una Hoja de Ruta del Biogás, así como ayudas económicas a proyectos singulares de biogás. No obstante, se apunta, por un lado, a que los objetivos de penetración de dicha hoja de ruta son poco ambiciosos en comparación a países como Francia, Dinamarca o Países Bajos y, por otro, a que las ayudas presentan incompatibilidades con cuestiones como los certificados verdes[6].
En definitiva, la gestión de los purines en determinadas zonas es el talón de Aquiles del sector ganadero, mientras que puede constituir una solución a importantes problemas estratégicos para nuestro bienestar, como el abastecimiento de fertilizantes y energético. Estas alternativas para dar salida a los purines, además, contribuiría a la reducción del impacto ambiental del sistema agroalimentario.
Los purines deberían considerarse estratégicos y una regulación que dé una salida a los purines en este sentido debería considerarse calve para la sostenibilidad del sector agroalimentario. España es el primer productor de porcino en la Unión Europea y tercero en el mundo, así como el tercer productor de carne de ave en la Unión Europea. Dadas las dificultades inherentes a la rentabilidad de las explotaciones ganaderas, la coyuntura de aumento de costes que parece haber llegado para quedarse, y los costes que el marco normativo implica, urge dar una respuesta económica y medio ambientalmente sostenible al sector.
[1] Producción conjunta de energía mecánica y/o eléctrica y energía térmica útil.
[2] Fertilizantes que en su composición contienen nitrógeno o sus derivados.
[3] Depende de importaciones de países terceros de fosfatos y carbonato potásico, macronutrientes clave para su producción.
[4] Existen dos tipos de fertilizantes según su origen: fertilizantes minerales, procedentes principalmente de la minería o yacimientos naturales, y fertilizantes orgánicos, obtenidos fundamentalmente de las deyecciones ganaderas o residuos orgánicos.
[5] Luis Planas: La economía circular en los fertilizantes convierte en una oportunidad la transformación de residuos (mapa.gob.es)