Clinton vs Trump

Tras los triunfos de Hillary Clinton el pasado martes 7 de junio en las primarias de New Jersey, Dakota del Sur, Nuevo México y, sobre todo, California, la ex Secretaria de Estado aseguró una mayoría suficiente de delegados para conseguir la nominación demócrata a las elecciones presidenciales de noviembre. Esa misma noche Clinton proclamó exultante su victoria, afirmando que “se ha hecho historia”, ya que va a ser la primera mujer en encabezar la candidatura de uno de los dos grandes partidos americanos.

Clinton se enfrentará a Donald Trump, quien certificó su dominio en el bando republicano unas semanas atrás. Es un duelo histórico. En un lado está la primera mujer que lidera la candidatura de una de las formaciones mayoritarias y, en el otro, tenemos un multimillonario excéntrico que ha ganado gran parte de su notoriedad con un discurso populista aderezado con comentarios xenófobos y misóginos. La disputa entre ambos será larga, intensa y sucia, ya que en los últimos meses sendos candidatos se han regalado constantes insultos y la situación va a seguir calentándose de aquí a noviembre.

Para afrontar con garantías la contienda electoral, el primer reto para Clinton y Trump es unificar sus respectivos partidos y afianzar su liderazgo. Los dos candidatos parten con unas valoraciones desfavorables del electorado, algo que van a tener que mejorar en los próximos meses y que demuestra que estas elecciones van a girar en torno a escoger al candidato que menos disguste.

Valoración sobre la favorabilidad de Hillary Clinton

Hillary

Fuente: Huffington Post

Valoración sobre la favorabilidad de Donald Trump

Trump

Fuente: Huffington Post

En el lado demócrata, Bernie Sanders anunció la semana pasada que iba a mantener su campaña hasta la celebración de la convención a finales de julio. Sin embargo, los principales líderes del partido, incluido el Presidente Obama, están apostando por hacer frente común con Clinton, lo que ha llevado al senador Sanders a rebajar sus expectativas. De hecho, Joe Biden, actual vicepresidente, y Elizabeth Warren, popular senadora demócrata, ya han manifestado abiertamente su apoyo a Hillary Clinton.

El jueves pasado, Sanders visitó la Casa Blanca para reunirse con Obama. Tras el encuentro, declaró que “voy a hacer todo lo que esté en mi poder, y voy a trabajar lo más duro posible, para garantizar que Donald Trump no se convierte en presidente de los Estados Unidos”. Pero en su intervención no respaldó a Clinton ni renunció a continuar con su campaña.

No obstante, este martes, Bernie se sentó con Hillary para preguntarle sobre sus propuestas políticas e intentar acercar posturas. “Quiero conocer mejor qué tipo de plataforma va a apoyar, si va a ser rotunda en la defensa de las familias trabajadoras y la clase media, promoviendo la lucha contra el cambio climático, la sanidad para todos y la gratuidad de los colegios y universidades públicos. Después de tener este tipo de conversación, podré tomar otras decisiones”, dijo Sanders. La cita ha tenido lugar tras las últimas primarias demócratas en el Distrito de Columbia, que se celebraron el mismo día.

En el bando republicano, Trump consiguió que sus números repuntasen una vez confirmada su candidatura, pero tiene mucho trabajo por delante si quiere revertir la imagen populista, extravagante y hasta xenófoba de los últimos meses, que le ha hecho ganarse enemigos hasta dentro de su propio partido. Así, el mismo Trump ha asegurado lo siguiente: “entiendo la responsabilidad del cargo y no os voy a decepcionar”.

Sin embargo, la semana pasada Trump provocó un nuevo escándalo al acusar de parcialidad a un juez hispano (por su origen mexicano) a la hora de decidir sobre una demanda contra uno de los negocios del millonario neoyorquino. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, calificó  estos comentarios como “la definición de racismo”. Asimismo, importantes líderes republicanos, como los senadores Mark Kirk (Illinois) y Lindsey Graham (Carolina del Sur) han negado su apoyo a Trump, y Graham ha llegado incluso a tildar su comportamiento de “anti-americano”.

La disputa entre Clinton y Trump será encarnizada y cabe esperar duros ataques personales. Por el momento, la líder demócrata ha dicho que “Trump quiere ganar infundiendo miedo, echando sal sobre viejas heridas y recordándonos diariamente lo genial que es. […] No vamos a dejar que esto pase en América”. Y por su parte, el candidato republicano ha acusado a los Clinton de “convertir la política del enriquecimiento personal en una forma de arte”, añadiendo que Hillary hizo del Departamento de Estado “su fondo privado de inversión”.

No obstante lo anterior, y pese a todas las particularidades novedosas que envuelven a esta campaña presidencial, las reglas de juego son las mismas que siempre. Todo se reduce al número de representantes electorales que reúna cada candidato en función de sus respectivas victorias por estados. La cifra mágica para las elecciones generales es 270, lo que representa la mayoría de los 538 miembros que forman el Colegio Electoral de los Estados Unidos, el cuerpo de compromisarios electos encargado –por aplicación del sistema de elección indirecta– de escoger al Presidente y al Vicepresidente.

En este contexto, los estados que parece que van a decidir el próximo presidente americano son los mismos que en pasadas elecciones. Concretamente, son once los territorios clave más diputados: Colorado, Florida, Iowa, Michigan, Nevada, New Hampshire, Carolina del Norte, Ohio, Pennsylvania, Virginia y Wisconsin.

Ante este escenario, Clinton parte con una posición de partida mejor, ya que de los 11 estados mencionados, el Presidente Obama los ganó todos en 2008 y 10 de ellos en 2012. Además, las encuestas otorgan una cierta ventaja a la líder demócrata tanto a nivel nacional como de forma individual en 8 de esos 11 estados.

Debido a la creciente diversidad de la población estadounidense, serán de nuevo muy relevantes las variables racial y de género. Así, los estudios demoscópicos están mostrando de forma recurrente que Trump consigue sus mejores resultados entre los votantes blancos (especialmente hombres), mientras que Clinton tiene más apoyo entre las minorías y las mujeres. En estas elecciones se prevé que alrededor del 30% del electorado no sean votantes blancos, lo que Clinton debe aprovechar si quiere inclinar la balanza a su favor.

En definitiva, de aquí a noviembre vamos a ver en acción a dos candidatos que han roto moldes y hecho historia en Estados Unidos –una mujer y un multimillonario populista–, pero cuyo enfrentamiento va a tener mucho de similar con elecciones recientes. Se van a gastar cantidades ingentes de dinero y se van a suceder los ataques personales, todo ello en una campaña focalizada en varios estados clave donde ambos líderes tendrán que desplegar grandes equipos sobre el terreno para competir por cada voto. La batalla está servida.

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